I
El amor es una respuesta que da nuestro corazón a un bien objetivo que llega a nuestra vida; es, en el sentido estricto de la palabra, una respuesta “afectiva”, precisamente porque posee el calor y la densidad de nuestro propio corazón o, mejor dicho, de toda nuestra persona. Por su parte, el bien objetivo son todas aquellas cosas que la vida nos proporciona para la maduración de nuestra humanidad, desde las cosas más sencillas como la comida que nos nutre o la casa que nos alberga, pasando por las que son fundamentales para nuestro propio desarrollo como la salud o la fortaleza física, y llegando a las que son verdaderamente esenciales para tener una vida humanamente digna -en el sentido pleno de la palabra- como la belleza de la naturaleza y de las grandes obras de arte, el trabajo, los estudios pero, sobre todo, el amor de otras personas, amén de muchas actitudes y comportamientos positivos que nos vienen de ellas, como su gratitud, su respeto, su tolerancia, su cariño. Se llaman “objetivos” estos bienes porque su importancia no proviene del parecer del hombre o de sus expectativas, sino de su valor propio, su valor intrínseco.
II
La cualidad y la profundidad de nuestro amor está en relación estrecha a la altura y la riqueza de dicho bien objetivo. Hay amores que nacen de lo más hondo de nosotros porque aquellos bienes objetivos que los suscitan son poderosos y enormes; hay amores que nos transforman totalmente porque los bienes objetivos que los producen son de gran nobleza y pureza. Pero “grandes” o “chicos”, los amores son siempre para nosotros algo positivo, lo mismo los bienes objetivos a los que corresponden. Lo único terrible para el hombre es que en su corazón no haya amores que experimentar ni bienes objetivos a los que responder con ellos.
III
Entre el amor y el bien objetivo que llega a nuestra vida existen fundamentales relaciones de sentido; por ejemplo, el amor surge en nuestro corazón sólo a partir de que un bien objetivo ha llegado a nuestra vida, no antecede la llegada de tal bien objetivo ni existe en nuestro corazón sin relacionarse con un bien objetivo. Puede decirse, por eso, que la falta de amor en muchos corazones puede deberse a la ausencia prolongada de bienes objetivos que los toquen. Asimismo, el amor no surge en el corazón sin la conciencia clara de que un bien objetivo ha ocurrido en la propia vida o que dicho bien es esencialmente “bueno” o “noble”; eso significa que muchos amores no surgen en los corazones porque la distracción a lo que sucede de importante en la vida los distrae lamentablemente o porque son incapaces de comprender en profundidad al bien objetivo que ha ocurrido en la vida.
IV
Es curioso pensar que el amor surge en nuestros corazones por “decretos” de nuestra voluntad pues, aunque profundamente humano, el amor no es algo que esté a disposición de nuestra propia libertad. El amor es algo que “surge” en el corazón, que le es “dado” vivir al hombre, pero no algo que éste “determina” con su arbitrio. “Desear” amar, por otro lado, es importante para el hombre, pero no es amar todavía, pues el amor está dado en el presente, mientras que el deseo se dirige a lo que posiblemente ha de venir, pero aún no ha llegado. De todos modos, la importancia del “deseo de amar” es que abre los ojos del hombre ante la realidad que lo rodea, lo dispone positivamente ante los bienes objetivos que podrían llegar a su vida.
Hay algo, sin embargo, que el hombre puede hacer con su libertad en relación con el amor: puede trabajar activamente para desterrar de sí mismo todas aquellas cosas que pueden impedir el surgimiento de esta respuesta dentro de su corazón, como los resentimientos o las envidias, las dudas o las distracciones. Este trabajo sobre uno mismo no hace amar, pero dispone a amar; allana el camino al surgimiento del amor en nosotros. Por otro lado, cuando el amor ya está presente en el corazón, puede el hombre hacer muchas cosas para que éste perdure en él por mucho tiempo: agradecerlo, recordarlo, custodiarlo. La más importante de todas -me parece- es permanecer fielmente cerca del bien objetivo que lo ha suscitado pues, al final de cuentas, es una “gracia” que éste ha suscitado dentro de nosotros.
* El documento puede descargarse en formato pdf pinchando en el siguiente enlace: Diazolguin (Amor).
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